El iPod

. 18/4/07

Ha caído en mis manos un iPod. Tremendo impacto: un aparato en el que cabe incontable música, que puedes organizar como te plazca y escuchar donde te dé la gana. De repente, mi mente se revoluciona pensando en miles de posibles recopilaciones y planificando docenas de situaciones en las que me va a venir de maravilla la maquinita.

La maquinita, tecnológicamente hablando, es una maravilla. Aunque pesa un poco más de lo que imaginaba, el iPod es ultrafino. Para mi asombro, no funciona con pilas: lo enchufas al ordenador un rato, y listo. Eso invalida el concepto de pila tal como yo lo conocía. ¿Por qué demonios hay aparatos (teléfonos, cámaras, mandos a distancia) que funcionan con pilas, de tantos tamaños que inducen a la confusión, cuando se pueden recargar enchufándolos al ordenador? El iPod se recarga como por arte de magia. Y luego no tiene botón de encendido: lo rozas suavemente con el dedo y se enciende ¡solo!

Pero (siempre hay un pero) llegó el momento de usarlo. Y me vuelvo loco. De repente decido hacer una categoría de country-rock... y me tiro toda una mañana de sábado para grabar cinco canciones de cd al ordenador y del ordenador al iPod. Tedioso y desquiciante. Pienso en todas las categorías que me gustaría crear y, en un cálculo rápido, tardaré como 35 años. Además, de tanto abrir y cerrar la compuerta del cd del ordenador, se me va a terminar rompiendo. Sólo de pensar en el trasiego se me esfuman las ganas.

Un iPod incompleto es un iPod inútil. Para escuchar cuatro canciones no hacen falta tantas gaitas. Pero, imaginando que estuviera repleto de buena música, ¿cuándo escucharla? Exceptuando mi visita matinal al cuarto de baño (con perdón) no dispongo de un rato largo para disfrutar de una buena selección de música portátil. Si voy en el coche, pongo un cd o sintonizo la radio. Si estoy en casa, prefiero permanecer en éxtasis frente a mi colección de cds el tiempo que sea necesario hasta escoger uno que me haga pasar un rato placentero. ¿Entonces el iPod?

Al iPod le falla, además, el sistema de escucha. Siempre he odiado los auriculares de bolsillo con toda mi alma: en cuanto se te sale la almohadilla que viene de fábrica, estás perdido. Cuando intentas ajustar una nueva la das tanto de sí que tiene los días contados.

Probablemente soy demasiado carroza para asimilar todo esto (como certifica el empleo de la palabra carroza, en desuso desde los años ochenta). El iPod me parece un invento alucinante, pero por ahora no encuentro la manera de hacer uso de él.

Aptitudes

. 9/4/07

Hay quien está capacitado para diseñar y levantar edificios y quien, por mucho que se lo propusiera, nunca lo conseguiría. Hay quien está maravillosamente dotado para tocar el piano y hay quien carece de cualquier tipo de destreza artística pero, en cambio, posee una técnica prodigiosa para jugar al fútbol. Hay quien es negado para el deporte pero tiene unas manitas de oro para arreglarte una cañería.

Sin embargo, hay una actividad para la que, por lo que parece, todos estamos capacitados: conducir. No importa si eres habilidoso o torpe; rápido de reflejos o lento; responsable o loco; si eres un manojo de nervios o un témpano de hielo; joven o viejo. Aprobarás el examen a la primera o a la décima, pero te sacarás el carné de conducir. Con el tiempo, y dado este régimen restrictivo y punitivo en el que vivimos, a lo mejor lo pierdes, pero, por lo pronto, ahí tiene usted su carné.

¿Qué pasaría si todos estuviéramos legitimados para construir casas y nos pusiéramos manos a la obra? Que la mitad se caerían.