Confessions on a dancefloor

. 14/1/08

Hace no demasiado me contaban que alguien se sorprendió al conocer que últimamente, en el coche, escucho de una manera casi compulsiva Máxima FM.

Aclaración para ignorantes: no toda la música de baile es September. Quienes me conocen saben de sobra que mi voracidad musical incluye todo el espectro que va de la música polifónica renacentista al rock duro. Qué quieren que haga, ¡me gusta toda clase de música! De modo que no tiene nada de especial que, desde hace unos meses, una parte de mi apetito se haya centrado en música hecha para bailar.

Sí, escucho Máxima FM en el coche. Sales de trabajar y te apetece esa especie de subidón. Además, he descubierto una revista llamada MixMag, dedicada a la cultura de club, que me parece fascinante (estoy sopesando abrir una suscripción). No conozco al 90% de los artistas de los que habla pero sabe encapsular y ofrecer en papel de manera magistral la filosofía hedonista de las discotecas. Y cuando enciendo el iPod lo que espero, la mayoría de las veces, es someterme a una sesión de música rítmica, ambiental, repetitiva e instrumental que no distraiga mi atención visual pero que, a la vez, me haga mover los pies.

Hace un año me regalaron un ProTools y confieso que me apasiona experimentar con bases y sonidos inspirados en la música electrónica bailable.

Sí, me gusta la música de baile. También.