La noticia de que la Semana de la Moda de Madrid había escogido tres chivos expiatorios (tres modelos cuyo índice de masa corporal era excesivamente bajo) dio la vuelta al mundo. A mí me pilló en Indonesia, y la encontré en el Jakarta Post y en el Herald Tribune. Genial maniobra: una pasarela de tercera división alcanzaba notoriedad internacional.
La persecución a las modelos me repatea profundamente. Es fácil sentir envidia de unas chicas jóvenes, guapas y que se forran con un trabajo que, aparentemente, no requiere esfuerzo. El caso Kate Moss provoca caras henchidas de satisfacción de quienes se alegran de encontrar una mancha en un mundo perfecto y ajeno de glamour y fantasía. No digamos el tema de la anorexia.
Olvidan que el trabajo de las modelos es puramente estético. Pasan por alto que el look yonqui de los noventa hace mucho que cayó en desgracia y que las modelos más distinguidas, aquellas de las que conocemos sus nombres, son precisamente las más esbeltas.
En el fondo del asunto late ese miedo de que la delgadez de algunas modelos sea una mala influencia. Apuntan en dirección equivocada: en realidad, no son modelos de comportamiento (por traducir la expresión inglesa role models) con poder de arrastrar a influenciables adolescentes por el camino de la perdición. Los role models de hoy son cantantes y actrices, estrellas con nombre y apellido con que los chicos y chicas empapelan sus paredes y forran sus carpetas, ídolos a los que quieren imitar en todo. Y las cantantes y actrices que marcan la pauta actualmente no son precisamente anoréxicas, sino que más bien todo lo contrario. Beyoncé, Britney Spears, Jennifer Lopez, Scarlett Johanson, Jessica Alba, Kate Winslet y muchas otras causan estragos con sus curvas generosas y su abundancia de carnes.
Así que dejen en paz a las modelos, por favor, que no van por ahí los tiros.
La persecución a las modelos me repatea profundamente. Es fácil sentir envidia de unas chicas jóvenes, guapas y que se forran con un trabajo que, aparentemente, no requiere esfuerzo. El caso Kate Moss provoca caras henchidas de satisfacción de quienes se alegran de encontrar una mancha en un mundo perfecto y ajeno de glamour y fantasía. No digamos el tema de la anorexia.
Olvidan que el trabajo de las modelos es puramente estético. Pasan por alto que el look yonqui de los noventa hace mucho que cayó en desgracia y que las modelos más distinguidas, aquellas de las que conocemos sus nombres, son precisamente las más esbeltas.
En el fondo del asunto late ese miedo de que la delgadez de algunas modelos sea una mala influencia. Apuntan en dirección equivocada: en realidad, no son modelos de comportamiento (por traducir la expresión inglesa role models) con poder de arrastrar a influenciables adolescentes por el camino de la perdición. Los role models de hoy son cantantes y actrices, estrellas con nombre y apellido con que los chicos y chicas empapelan sus paredes y forran sus carpetas, ídolos a los que quieren imitar en todo. Y las cantantes y actrices que marcan la pauta actualmente no son precisamente anoréxicas, sino que más bien todo lo contrario. Beyoncé, Britney Spears, Jennifer Lopez, Scarlett Johanson, Jessica Alba, Kate Winslet y muchas otras causan estragos con sus curvas generosas y su abundancia de carnes.
Así que dejen en paz a las modelos, por favor, que no van por ahí los tiros.