Elecciones

. 25/5/07

Este domingo hay elecciones y, como llevo haciendo desde los 18 años, declinaré mi derecho al voto. No, nunca he votado.

Mi síndrome de abstinencia electoral responde a diferentes motivos, según cada etapa de mi vida. Es decir, siempre he encontrado buenos motivos para no votar y ninguno consistente para hacerlo. Supongo que la razón más poderosa es mi rechazo a todo lo que implique convertirme en parte de una manada, a hacer lo mismo que hacen todos los demás, a seguir instrucciones sin rechistar. (Un ejemplo: en Ikea, donde obligan a los clientes a seguir un recorrido desde que entran hasta que salen, yo opto por entrar por la salida y hacer el circuito a mi aire, aunque tenga que esquivar a las hordas de compradores que vienen de frente.) Ya sé que, supuestamente, ésta es la mejor manera de organizar un país, pero no puedo evitarlo. A lo mejor, si pudiera votar al día siguiente, yo solo, lo haría, aunque sólo fuera para fastidiar. Y dibujaría un monigote en la papeleta, para que fuera diferente.

Sin duda seguiré el día de la convocatoria con interés, comprobando una vez más como los informativos vuelven a desempolvar topicazos como "la jornada electoral está transcurriendo con absoluta normalidad" (no critico que trascurra con normalidad, ojo; sólo digo que esa misma frase puede articularse de un millón de formas diferentes pero todos recurren, por inercia, a la más manida, pa' pensar menos, vaya).

No sé cómo se vota. No sé cómo es un colegio electoral por dentro (¿se mantienen los pupitres?). Y por ahora, prefiero seguir ignorándolo. Respeto a quienes votan; sólo espero que ellos respeten a quienes preferimos quedarnos en los márgenes.