Tarde en las rebajas

. 2/7/07

El pasado viernes por la tarde fuimos de rebajas. Era el fin de semana del orgullo gay, así que era como ir de compras en medio de una verbena.

Dejamos el coche en el aparcamiento de Augusto Figueroa. Al salir a la calle echamos a andar en dirección a la calle Piamonte, pero no vimos grandes cosas. Tuvimos que rehacer el camino hacia Fuencarral, que es como ir a tiro hecho. Atravesamos la plaza de Chueca, donde había un montón de gente en las terrazas y un guitarrista probando sonido sobre un escenario. Tocaba haciendo un ruido de mil demonios, como si fuese el guitarrista anónimo de Fangoria buscando sus cinco minutos de atención.

Al pasar de nuevo por Augusto Figueroa vimos otro escenario, y sobre éste, a una gorda que se desgañitaba con ‘Como yo te amo’, la canción de Rocío Jurado. También probaba sonido y no había mucha gente prestando atención. Llegamos a la esquina con Fuencarral y decidimos iniciar el recorrido hacia abajo por la acera de la izquierda, para luego subir por la otra acera. Entramos en Desigual, Divinas Palabras y en Hoss, donde Cristina encontró un vestido bonito pero la talla más pequeña le quedaba enorme. Entramos en Quiksilver para ver bañadores. Nada más salir nos encontramos con Pedro, el director de Rolling Stone, que iba con su chica. Hablamos sólo dos minutos pero estuvo muy agradable. Proseguimos la cuesta abajo y entramos en Friday’s Project, que es una tienda multimarca bastante desagradable.

Al llegar a Gran Vía propuse cruzar un momento a Bershka. Bershka, que ocupa el mítico local que hasta hace poco pertenecía a Madrid Rock, tiene fama de ser una especie de Zara para niñatas, de modo que, aunque tiene una planta de ropa de chico, no suele haber muchos. El caso es que tienen una camisetas súper bonitas, súper baratas, que además no sueles ver puestas por la calle. Me compré tres por 10 euros cada una, y Cristina se pilló bastantes más. Justo después de pagar nos dimos cuenta de que allí no habían empezado todavía las rebajas y si hubiéramos ido unos días más tarde nos habríamos ahorrado unos eurillos. Pero me dio igual porque las camisetas molan.

Doblamos de nuevo la esquina de Fuencarral, subiendo ahora por la otra acera. Cruzamos un momento a una tienda pequeñita de zapatillas que antes habíamos pasado por alto. Cristina se llevó unas sandalias muy chulas. El chico de la caja estaba desatado, y mientras cobraba le dio tiempo a contar un montón de cosas.

“De todos los dependientes, sólo uno es hetero, el argentino”, dijo sin venir a cuento. Añadió que si el Real Madrid había juntado a medio millón de personas, con un saldo de decenas de heridos y detenidos, el día del orgullo gay reuniría a dos millones y medio sin ningún tipo de incidente. Estaba eufórico.

Cruzamos de nuevo y entramos en Energie. Me pille una camisa y un polo. Eran talla XXL, lo cual indica que a) tengo que tomarme más en serio el gimnasio, o b) esto de las tallas es un cachondeo. Cuando salí del probador nos encontramos a nuestro querido amigo Emilio, que deja ‘El Buscador’ para presentar un magazine diario por las tardes también en Tele 5 que se llama ‘Está pasando’. Hablamos de quedar todos para cenar antes de irnos de vacaciones.

Había mucha cola para pagar. En la cola había algunos exponentes de una tribu de la que divisé muchos adeptos, que es la de los pijos-gay: polo Lacoste, bermudas y músculos.

Cuando salimos de Energie nos dimos cuenta de que estábamos agotados. Pasamos de largo por delante de Sisley y de G-Star y sólo entramos en una tienda más, la zapatería de Glam. Cristina quería comprar unos zapatos bajos de tela muy divertidos pero no quedaban números; lo mismo me pasó a mí con unas Asics blancas. A la salida tomamos la determinación de volver directos a por el coche, no sin antes comprar en una tienda de chinos dos latas de Aquarius porque estábamos sedientos (sobre todo yo).

Al coger de nuevo Augusto Figueroa ya habían empezado los conciertos. En el mismo sitio donde dos horas antes una gorda cantaba un tema de Rocío Jurado ahora estaba Nika, con un escueto vestido negro, cantando una canción de Los Romeos. Era un playback bastante lamentable, pero la calle estaba hasta arriba de gente. Pasamos al lado de Leyva, de Pereza, que se había parado a ver el concierto pero que enseguida reanudó su marcha. Caminamos a su altura un buen trecho, hasta que hizo amago de entrar en un portal dos manzanas más abajo. Unas chicas le retuvieron con la puerta ya abierta y ahí se quedó hablando con ellas.

Nosotros cogimos el coche y nos dio tiempo a comprar en el Carrefour de al lado de casa (cierran a las diez) un poco de un riquísimo jamón de bellota que nos zampamos para cenar con una botella de Raimat Abadía.