Si vas a un restaurante del que no tienes referencias y no te gusta la comida, te sientes decepcionado. Si vas a un restaurante del que todo el mundo habla maravillas, con una estrella Michelin, y no te gusta la comida, te sientes estafado.
Así me sentí yo después de ver hace unas semanas la aclamada y premiada No es país para viejos.
La película es insoportablemente aburrida. Se hace larga, aunque en realidad no lo es tanto. El argumento es débil, intrascendente. El título no tiene ni pies ni cabeza, ni relación alguna con la historia. El truco indie de alargar las secuencias a base de silencios (dejando que se oiga el típico tic tac del reloj de pared o el ruido del viento) para conseguir tensión está ya muy visto. Los personajes están trillados. Es una película de 'Estrenos TV'. Como esos telefilmes que echan en Antena 3 los domingos por la tarde.
Javier Bardem está plano, con un único registro (cierto que es lo que pide el personaje, pero por eso mismo no es un papel de pasar a la posteridad). Dice cuatro frases en toda la película. Está correcto, sin más.
No es cosa mía: las caras y comentarios de la gente a la salida del cine expresaban "menudo bodrio". Pero ¿quién es el guapo que lo dice en público, cuando la opinión mayoritaria y correcta es la contraria?
Nos han vendido que es la-película-que-hay-que-ver. Y es la película que es mejor no ver.
Sinceramente, me gustaría que alguno de esos especialistas en el séptimo ¿arte? me explicara qué tiene de magnífica y especial está película. ¿La fotografía? ¿El montaje? ¿Peluquería y maquillaje? Hmm, puede que sí: ese peinado sí que es digno de pasar a la historia del cine. ¿Tal vez la (inexistente) música de fondo?
Cuando en la NBA y en los Oscar tiran tanto de europeos, es que todo se debe a una corriente específica que responde a algo.
Por cierto, el único Coen que merece todo mi respeto es Leonard (aunque sea con h intercalada).
medraBardem
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25/2/08