El pop francés es mejor que el español. En realidad, casi todo lo francés es mejor que lo español. Los franceses visten mejor y beben mejor vino. Sus quesos son mejores. Su champán y su postre de yema tostada están tan ricos que fueron copiados por los catalanes (que rebautizaron como cava y crema "catalana", ahí queda eso); son meras réplicas, como esas camisetas de futbolistas que se venden pero no son oficiales. Los franceses son más educados; estirados, pero educados. Más civilizados, diría. Nosotros nos creemos más listos, elegantes, guapos y cultos, pero sin embargo la expresión "chauvinistas" se la aplicamos a ellos y no a nosotros.
El pop francés, decía, es bastante mejor que el español. No me detengo ahora en la "chanson", en su potente escena hip hop o en sus excelentes grupos indies. El pop comercial, el que suena en la radio, el que acapara las listas, es tremendamente superior a lo que se hace aquí. Aquí tenemos a Nena Daconte y allí tienen a veinte grupos como Nena Daconte, todos triunfando (aunque es un mal ejemplo porque allí son muy de solistas).
En mi última visita a París me acerqué al Boulevard St. Michel, donde conozco un par de tiendas de discos de ocasión. Compré creo que unos 15 cds. Algunos los iba buscando (los nuevos de Camille y Raphael, así como sus directos, para completar su discografía) y otros simplemente los compré siguiendo el infalible instinto del comprador de discos. O lo que es lo mismo: por la portada. Comprar discos por la portada no es nada deshonroso: se supone que una buena portada debe reflejar la música que guarda dentro. Y funcionó: Rose, que en la foto parecía una bucólica cantautora country-folk, es de hecho una bucólica cantautora country-folk (con muy buenas canciones, además). Y Superbus, que parecían en la carátula un grupo desmadrado y superficial entre No Doubt y Aqua, eso es exactamente lo que son. Lo mismo sucedió con Adrienne Pauly, que desde su portada prometía maneras más rockeras (como efectivamente resultó).
Durante un desayuno, en un concurrido local repleto de viejos que pasaban de su café au lait a la cerveza (una tras otra) con pasmosa rapidez, sonaba de fondo un fantástico disco, muy francés, acústico y arrabalero. El amable chico de la barra, haciendo un encomiable esfuerzo por pronunciar algunas palabras en español, me indicó que se trataba de Chamboultou, del veterano grupo Les Tètes Raides (1998). En cuanto pude me escapé a la FNAC de Les Halles a pillarlo (7 euritos).
Pero el disco que más me sorprendió fue el de Monsieur Clément, un cantautor pop con pinta de trabajar cocinando omelettes en un bar de mala muerte, pero con un soberbio primer disco titulado con su nombre (publicado en 2005). No es más que música pop, pero con unas melodías extraordinarias, una voz afeminada muy especial (y unas letras que no tengo ni la más remota idea de lo que hablan). Tras el hallazgo, me he apresurado a comprar en Amazon su segundo disco, último hasta ahora, que salió en octubre de 2007, que espero recibir pronto. Todo un descubrimiento.
Pop francés
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21/1/09