La última formación, brindando por la despedida (por supuesto, con Don Opas, sponsor oficial de 40TV): de izquierda a derecha: Marina, Bea, Ivar, Cristina, David y Merx.
En el recuerdo, todos los que formaron parte del equipo: Luismi, Jota, Jaime, Vicky, Pablo y Marta Iraeta.
Hasta la vista
Winds of change
Cambios. Pensé que en mi carrera profesional ya no habría cambios. Sinceramente, estaba convencido de que, a este paso, me jubilaría en la tele.
Sin embargo, el momento del cambio ha llegado. Mañana viernes día 19 de enero será mi último día en 40TV (y mi último día en la televisión). He aceptado el encargo de dirigir, desde este próximo lunes, la Revista 40.
El cambio me apetece mucho por varias razones. Recuerdo con mucho cariño mis días en El Gran Musical, donde entré en 1990. Siempre he dicho que fue en esos años cuando aprendí (bien, mal o regular) este oficio y me apasioné con el periodismo musical. Esa ha sido la razón, y no otra, de que en todo este tiempo nunca haya dejado de buscarme la vida para escribir aquí o allá.
Empecé a trabajar en tele en 1994, en Canal+. En abril hará ¡13 años! No cabe duda de que 13 años es mucho tiempo. Demasiado. Curiosamente, suelo utilizar como parámetro de la rutina los "visionados": reuniones semanales en las que veíamos todos los vídeos musicales que nos llegaban. Es lo único que se ha mantenido invariable en estos 13 años: un visionado todos los lunes, todas las semanas, todos los meses, todos estos años.
Además, la tele es un medio muy ingrato para trabajar. Puedes hacer una magnífica entrevista a Mick Jagger, pero si luego el cámara te la graba con poca luz, o se escucha mal, o el realizador la edita de tal manera que no se entiende, se ha echado a perder.
Ahora que no hay marcha atrás, veo que necesitaba el cambio. Siento la continuidad aquí asfixiante. Siempre quise hacer una revista: ha llegado el momento.
TV y música pop
Ya se ha aplicado la predecible sentencia: Cuatro ha decidido extirpar de su rejilla el espacio musical "40 Pop". La noticia me ha dejado con una fuerte sensación de frustración, porque me gusta la música y, además, yo trabajaba en ese programa.
Es el segundo programa musical que cae de la televisión generalista en seis meses, que yo sepa. El verano pasado La 2 se cepillaba "I-Pop", un programa en el que había puestas muchas esperanzas, producido por un equipo altamente cualificado de especialistas musicales (entre ellos, el amigo Vencido) aunque, para mi gusto, dirigido con dudoso criterio por un veterano y desganado DJ radiofónico perteneciente a la generación de los intocables a quien traicionó su inexperiencia en el medio.
Creo que "40 Pop" tenía calidad. Programado para la mañana de los sábados, cuando sólo los preadolescentes están frente a la TV, "40 Pop" tenía un enfoque musical muy claro. No era para musicólogos, pero cumplía con la sempiterna asignatura pendiente de "música en directo en televisión" (lo mismo que "I-Pop"). Creo también que los reportajes eran novedosos: en "40 Pop" se pudo ver a Coti conduciendo un deportivo, a (los) Pereza jugando al golf o a Merche sometida a un tratamiento de spa, por poner sólo tres ejemplos. Probamos fórmulas diferentes, como contar las noticias musicales rapeando (a cargo de un premiado rapero profesional). Quienes creamos el programa, en otoño de 2005, pensamos que sería recibido como el-programa-musical-que-tanta-falta-hacía. Ilusos.
Desde el principio, "40 Pop" no interesó a ninguna de las partes, digamos, que convergían en su elaboración. Las discográficas nunca llegaron a enterarse del todo de su existencia y, por tanto, su colaboración fue escasa y torpe. (Asumo que tampoco nosotros supimos hacerles ver su relevancia.) El hecho de tener música en directo, en vez de convertirse en un valor añadido para el programa, era un problema. Para los grupos era un engorro: se pasaban la tarde entera haciendo esas soporíferas pruebas de sonido, tan largas y tediosas como si fueran a hacer un concierto entero de dos horas, todo para dos o tres temas. Muchos, como acababan de sacar disco, decían que no tenían "preparado" el directo (y digo yo: ¿no se sabían las canciones que acababan de grabar?). Si el artista era un solista, todavía no tenía la banda montada (músicos contratados) para el directo. Por si no era suficiente, el público ni siquiera sabía apreciar que el grupo estaba tocando en directo. Habría dado lo mismo hacer playback.
Hoy en día sólo hay tres temas en televisión: Fútbol, Política y Corazón. Es de lo que habla la gente en la calle: de Luis Aragonés, de las obras de Gallardón y del culebrón Pantoja. Como ha quedado patente, la música, por desgracia, no interesa a nadie. Ni a las discográficas, que no supieron colaborar. Ni a los artistas, la mayoría de los cuales veía molesto tener que tocar en directo. Ni a los espectadores, que, según los datos de audiencia, no lo abrazaron precisamente con entusiasmo. Como consecuencia, tampoco a la cadena que lo emitía, que advirtió, comprensiblemente, que podía obtener un share más alto con otro tipo de programas.
En fin, así como nació, así se ha ido: sin que nadie se entere. Descanse en paz.
Canción de la semana: La Oreja de Van Gogh, "Dulce locura" (2006)
Sin paños calientes: me gusta, y mucho, uno de los temas nuevos de La Oreja de Van Gogh, "Dulce locura".
De entrada diré que hay, en mi opinión, muchos prejuicios a la hora de juzgar a este grupo y otros artistas similares. Decir en público que te gusta La Oreja de Van Gogh es casi un sacrilegio tan grande como anunciar que nunca te pierdes "Aquí hay tomate" (mi programa de TV favorito, por otra parte, del que algún día hablaré aquí largo y tendido; yo esto lo he soltado más de una vez y realmente la gente me mira raro). Cada vez que sacan disco, no lees una crítica no ya buena, sino bien argumentada. Varapalo y santas pascuas. A mí éste es un disco del que me habría encantado escribir. Se pueden decir cosas de él aparte del palo.
La canción es perfecta. Está magníficamente construida. La melodía de las estrofas es deliciosamente simple (tres notas). El estribillo es formidable. El puente me gusta menos, me recuerda a La Oreja de otros discos.
Y qué decir de la letra. Los chicos han pasado de rimar infinitivos como descosidos ("amar" con "soñar" y "volar" y "dudar") a elaborar aquí una rima muy poco manida, como es "luna", "locura", "menuda", "burla" y "esfumas". Estarán de acuerdo conmigo en que rimar sílabas u-a habitual no es.
Otra cosa es que la voz de Amaia te cargue. O que hayan colado la canción en un anuncio de una colonia de Don Algodón (el colmo del pastelón). O que la protagonista de dicho anuncio sea Edurne (ya la releche). Pero la canción es un temazo, de verdad. Escuchénlo sin prejuicios.
Oro, incienso y mirra
Al profano en la materia le encantará saber que las discográficas suelen (o solían) hacer regalos por Navidad a aquellos que durante todo el año se han encargado de dar a conocer su mercancía a los posibles compradores, y lo han hecho de buena gana y por supuesto gratis (sin otra contraprestación que un sueldo de su propia empresa): los periodistas. Es la clásica relación vendedor-cliente, lo mismo que el temeroso paciente que le obsequia a su doctor con una cara botella de vino. Una muestra de agradecimiento que, de camino (no nos engañemos), intenta garantizar que la relación siga siendo fluida en el futuro inmediato.
Esto lo sabemos quienes llevamos ya algunos años metidos en esta oxidada maquinaria sonora, porque la realidad es que actualmente las discográficas no dan ni los buenos días. Ojo, no me malinterpreten: no es una queja. Simplemente lo cito como otro síntoma más de la ruinosa salud de unas corporaciones multinacionales que han perdido el rumbo, las ideas, la imaginación y hasta los modales. Tampoco piensen que se trataba de ostentosas dádivas: eran lo que comúnmente se conoce como “detalles”. Una botella de vino, un calendario bonito, una edición especial de un disco.
Sin embargo, desde hace unos pocos años, han cerrado el grifo de la gratitud. ¿Podría ser que quien suscribe es menos “influyente” ahora que hace tres, cinco o dieciocho años? No, en realidad quiero pensar que es más bien al contrario. El caso es que esta Navidad las grandes discográficas se han ahorrado unos euros. Ni un mísero calendario. Ni siquiera una de esas ediciones especiales que lanzan al mercado de cara a las ventas navideñas. Enumero: tres botellas y un frasco de queso en aceite cortesía de una minúscula compañía cuyo principal valor es un desconocido artista de pop latino; la tradicional agenda con mi nombre impreso de parte de una amistosa discográfica dedicada al heavy metal; y la habitual litografía, edición limitada, realizada por un maestro del grafiti, gracias a un sello de hip hop.
Ah, se me olvidaba: el modesto calendario que he puesto encima de la mesa me lo ha enviado una empresa denominada Producciones Artísticas Fonthy, con sede en Estepona, a los que no tengo el placer de conocer, ilustrado con la foto de un caballero que, a tenor del micrófono en mano, debe de ser el artista estrella de su catálogo, lástima que no se hayan acordado de poner su nombre por ningún lado… A todos ellos, muchas gracias.
JERRY Xmas y Happy New WEIR
El título es un plagio de un SMS que recibí el año pasado (quiero decir, cuando entrábamos en 2006) enviado por un conocido que, a la vista está, es un fanático de los Grateful Dead.
Hoy vuelvo a mi rutina habitual, después de unos días de "bien merecidas vacaciones" (una de mis muletillas favoritas, a la altura de "la jornada electoral está transcurriendo con absoluta normalidad"). Sí, me he tomado vacaciones de varias cosas, no sólo de trabajo: me he tomado vacaciones de gimnasio, incluidas las sesiones de spinning; me he tomado vacaciones del blog; me he tomado vacaciones de la música rock (mucha clásica, a excepción, ay, del magnífico disco nuevo de Damian Rice); y me he tomado vacaciones nutricionales, o lo que es lo mismo: me he puesto como un cerdo comiendo. Esto último, unido a las ya citadas vacaciones del spinning, ha traído como consecuencia unos kilos de más que espero quitarme ya mismo volviendo a pedalear como un loco.
Ah, también he dejado de leer prensa o libros musicales estos días. A cambio, me he enfrentado a una novela surrealista titulada El tercer policía, de Flann O'Brien, que he devorado en mi afán de descubrir qué había detrás de todo el absurdo que contiene.
Ahora todo eso pasó, y en estos momentos me introduzco en la rutina laboral con la cautela de quien introduce los pies en el agua helada de una orilla en invierno. Esta tarde prometo ponerme el pantalón corto y la camiseta de tirantes (ugh) y volver al gym. He empezado a leer la voluminosa biografía de los Who de Dave Marsh. Además, han vuelto Los Serrano: ¿se puede pedir más?