Han caído en mis manos unos fragmentos de un panfleto en el que un individuo vomita sus frustradas y provincianas memorias relacionadas con un grupo de los noventa que vuelve a estar de actualidad. En uno de esos fragmentos, el autor arremete de manera gratuita contra los medios que, según se desprende de sus palabras, le estaban arrebatando la exclusividad sobre dicho grupo (ignorando, el pobre, que gracias a eso el grupo se haría más grande y, años después, él podría publicar un libro).
Aunque me duelen los comentarios sobre la revista El Gran Musical, porque yo por entonces trabajaba allí, mucho más me repugnan las lindezas que dedica al añorado Joaquín Luqui, de quien el autor, que admite haber coincidido con él sólo en una cena y un recorrido en taxi, parece conocer todos sus secretos. Pase que le llame "vocero", pero cuando habla de que su discurso era "interesado", me da la impresión de que naufraga entre la pataleta ridícula y el desconocimiento más absoluto. Joaquín Luqui tenía algo muy bueno: era tan extremadamente cariñoso con todo el mundo que, por naturaleza, era incapaz de hablar mal de nadie. Siempre encontraba algo bueno que decir de un artista o un compañero. Eso no es ser interesado: eso es, simplemente, ser buena persona. ¿Interesado? ¿Qué tipo de beneficio podía ambicionar alguien que, en sus tiempos de Canal+, tenía cheques con su sueldo amontonados en administración... porque no iba a recogerlos?
(Por cierto, aunque la revista El Gran Musical le desagradaba mucho, el autor no duda ahora en telefonear a uno de sus antiguos responsables para que saque una reseña de su obra en su medio actual... Patético.)
Paletada de leyenda
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13/9/07