India y Nepal

. 1/9/08

Taj Mahal, Agra.

Con cierto retraso (casi un mes desde mi regreso), reproduzco aquí algunos comentarios a modo de conclusión anotados en el cuaderno de viaje. Matizo que cuando cito a la India, me refiero, obviamente, a la parte que conocí, el norte del país. Pero me encanta generalizar y para eso está un blog: para que cada uno escriba lo que le dé la gana.

"La India no tiene la naturaleza exuberante de otros países asiáticos (Tailandia, Indonesia). Las ciudades son feas, irritantes, calurosas y ruidosas. Quizá la única ciudad con una arquitectura interesante es Jaipur, con sus viejos edificios de color rosa de su centro amurallado. Las calles son un calvario: tienen más derechos las vacas que los peatones.

Las vacas, más derechos que los peatones.

"La comida india no es especialmente sabrosa, ni se caracteriza por su gran variedad de platos. Uno encuentra en las cartas de los restaurantes infinidad de nombres diferentes, pero tras haber probado muchos de ellos puedo afirmar que todos terminan siendo variantes de pollo o verduras en salsas más o menos picantes.

"Sí que he hecho algunos descubrimientos, como el kofta (especie de albóndigas de verduras trituradas con una rica salsa) o el paneer (queso de textura parecida al tofu que también se presenta en salsa). Puedes pedir pollo tandoori, sin salsa y al horno, pero en muchos sitios reservan la pechuga y lo que te ofrecen son los huesos y alitas casi sin carne. Si te hartas de pollo, tienes mutton (cabrito). Otro gran hallazgo han sido las pakoras, empanadillas de verduras y patata rebozadas. Y, por supuesto, el garlic naan (pan de ajo), exquisito.

"Tampoco la gente de la India destaca por un encanto especial. Más bien al contrario: los indios son sucios, pesados, impertinentes y cotillas.

Baño sagrado en el río Ganges, Varanasi.

"Sí que hemos disfrutado de algunas visitas interesantes: el templo de Ranakpur y su selva de columnas; el templo de los monos de Jaipur; el sublime Taj Mahal en Agra; las ceremonias religiosas en aguas del Ganges, en Varanasi; y otros muchos palacios, castillos y templos. Dormimos en tiendas de campaña en el desierto de Osian y en la casa de los hijos del maharajá en Shahpura.

En el templo de los monos, en Jaipur.

Monos en Jaipur.

"También me he sentido atraído por la luz. Al atardecer pudimos disfrutar de una luz cálida e intensa, especialmente en Jaipur (la ciudad rosa se convertía en naranja) y, sobre todo, en un largo recorrido por carretera hasta Khajuraho.

"Nepal es otra historia. Ciudades limpias, con encanto, gente amable y respetuosa. Las calles ¡tienen aceras! India tiene más de árabe que de asiática. Nepal, al revés. Kathmandú es una capital de contrastes: puedes escuchar a un grupo tocando versiones de Coldplay en un bar en un segundo piso, mientras a 1 kilómetro de allí se rinde culto a la diosa viviente Kumari (una niña de carne y hueso a la que consideran diosa... hasta que llega a la pubertad y es sustituida por otra). Kathmandú huele a tierra mojada, cilantro e incienso. En las calles se mezclan jóvenes en vaqueros, porteadores cargando sus pesadas mercancías, simpáticos vendedores ambulantes, hippies, falsos santones y venerables ancianos newars (la famosa tribu local). Hay muchas tiendas de discos. Encima, hace fresquito."

Posando con el típico molino de oración tibetano.