Vergüenza

. 6/10/08

Hay equipos de fútbol que hacen partidos malos. Hay algunos, incluso, que juegan mal por costumbre. Hay equipos que son inofensivos, inoperantes o que padecen de un abultado complejo de inferioridad. Pero ningún equipo hace el ridículo con la rotundidad y asiduidad con que lo hace el Atlético de Madrid.

Después de dejarse meter tres goles en ocho minutos en el Camp Nou he escuchado "Qué partidazo del Barcelona". Lectura errónea. "Qué vergüenza, qué injustificable actitud del Atlético de Madrid". Ésa es la lectura correcta. Para mí no es vergonzoso que el Barça te cuele tres, cuatro o seis. Lo que me espanta es -como he escrito más arriba- dejarse colar tres coles en los ocho primeros minutos de un partido.

Sin esos tres goles no habría habido otros tres (que pudieron ser más). El Barça se encontró con un partido que empezaba con un 3-0 a favor. Sin jugar al fútbol. No puede decirse que ese 3-0 fuera resultado de un dominio aplastante del Barça (eso sólo se ve con el paso de los minutos). Fueron tres goles a balón parado: un córner, un penalty y una falta. Pitó el árbitro el inicio del partido y, ¡zas! ya iban 3-0. La lectura no es, por tanto, que este Barça juega como los ángeles, sino ¿cómo es posible que unos jugadores profesionales de fútbol salgan al campo con semejante pasotismo, parsimonia, dejadez o lo que sea?

A partir de ahí, como es lógico, el Barça se paseó. A la empanada inicial del rival se unió su paralizante conmoción al comprobar cómo acababan de protagonizar uno de los episodios más ridículos de la historia del fútbol (aunque no estoy seguro de si son totalmente conscientes de ello...)

Esos ocho minutos fueron la clave del partido. Esos ocho minutos son el retrato de la peor imagen del Atleti, una de las más penosas que ha dado en su historia. No hay equipo, ni siquiera uno de tercera división, que salga al Camp Nou y se deje meter tres goles así, como aperitivo, para abrir boca. Porque no hay equipo que trasmita esa desgana, esa apatía, esa falta de respeto hacia un escudo y una afición, ese descontrol táctico, ese despiste monumental, todo eso a la vez, como mi Atleti.

Ver ese partido fue como ver a un ser querido en la tele haciendo el ridículo. Muy, muy desagradable.