Hacía tiempo que no iba a una rueda de prensa, y si me dejé caer por la de Alejandro Sanz no fue porque a nadie le importara mi presencia ni porque a mí me interesara especialmente asistir. Sí sentía curiosidad por la miniactuación que ofrecería horas más tarde, de modo que pensé que acercarme con un par de horas de antelación y husmear en la rueda de prensa sería un buen plan para escapar de la rutina de un lunes.
No sé lo que se contará por ahí, pero sin lugar a dudas la sustancia del evento no estuvo en lo que dijo el cantante (previsible, aburrido, comedido), sino en la rueda de prensa en sí misma.
Puede que me pillara desentrenado, pero el evento fue todo un ejemplo de cómo ha cambiado la televisión. La figura del reportero intrépido e ingenioso ha calado hondo, y hoy no hay canal nacional, regional o local que no tenga en su nómina a un notas que acude a este tipo de actos con el objetivo de ser más original que nadie. Una réplica de reportero "caiga quien caiga" provisto de su particular versión de unas gafas de sol listas para regalar.
Todo empezó cuando una reportera de Mallorca se puso en pie para entregarle a Alejandro Sanz una ensaimada. Justo a continuación, una señora de unos 60 años, que dijo venir de un medio gaditano, le obsequió con una tortilla de camarones. Y eso fue sólo el principio, porque durante la hora que duró la rueda de prensa otros reyes magos del periodismo agasajaron al cantante con una cámara de fotos, una invitación para comer fideuá en Gandía, unas camisetas para él y para su niña y un colgante con una piedra volcánica de Canarias. Y una reportera de Cuatro le pidió que le hiciera una carrera en las medias, petición que fue atendida por el músico.
Al final, la rueda de prensa quedó transformada en un mercadillo, donde, a fuerza de copiarse unos a otros, la única originalidad vino de quien le planteó al cantante una pregunta "normal".
El mercadillo de Alejandro Sanz
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7/11/06