Me alegró saber de la reaparición del colosal Millán Salcedo (aunque lo había visto no hace mucho como protagonista de la zarzuela Los sobrinos del capitán Grant), y acudí raudo y veloz a ver Yo me subí a un piano verde.
No es humor apto para todos los públicos: sólo pueden disfrutar de él quienes nos partimos la caja con el absurdo. Durante dos horas, el ex Martes y 13 mezcla scketches delirantes sobre situaciones surrealistas con retazos de su biografía. Resulta impagable escuchar las historias de su niñez en Brazatortas (Ciudad Real) y está absolutamente genial en su exposición sobre los collages. No falta su recuerdo a Martes y 13, en forma de un breve vídeo con los mejores momentos (que pone patas arriba el patio de butacas), su interpretación de ese indeleble 'Maricón de España' ("voy a cantarlo aquí porque al fin y al cabo lo he compuesto yo", anuncia) e imitaciones históricas como las de Nati Mistral o Gloria Fuertes.
Pero si hay un terreno en el que Millán es un maestro es en el de los juegos de palabras. Su habilidad para rescatar frases hechas y asignarles otro significado (o ninguno) cambiando sólo algunas letras es única. Entre los actores del humor hay imitadores, cuentachistes, monologuistas, pero no conozco a ninguno que le haga semejante escabechina al idioma como él.
Acompañado de un orondo y efectivo pianista, Millán está divertidísimo, pero a la vez su espectáculo tiene un ligero trasfondo de melancolía. Entre risas, nos habla de su padre, que falleció prematuramente; de su infancia en un internado; de su soledad ("¡pero para qué llamo al timbre de casa si llevo 24 años viviendo solo!", dice en un momento); de nostalgia; de la oscuridad tras el éxito... Y es esa combinación de alegría disparatada y leve patetismo lo que realmente conmueve al espectador.
El maestro del absurdo
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23/4/08