Si en menos de 25 años hemos pasado de la implantación del "perfecto" e "indestructible" compact disc a la anulación casi absoluta del concepto de disco como mercancia (que se vende y se compra), ¿cómo será el panorama en 2025? Juguemos.
De las tres etapas del proceso (1. composición; 2. grabación-producción; 3. venta) hacia 2006 ya nos habíamos cargado la última. En 2025 tampoco existe la segunda: ¿para qué grabar un disco, si la música es un ente etéreo, gratuito, que debe llegar a nuestros oídos sin interferencias empresariales? Llevado a otro terreno: si no se venden trajes, ¿para qué producirlos? En 2025 los artistas ya no graban discos. Un nuevo programa te permite recibir en tu habitación un holograma de David Bisbal, con volteretas y todo, que te canta al oído su nueva bulería. Los estudios de grabación, claro está, han cerrado. La música no se registra. Alan Lomax, que se dejó el lomax grabando a esclavos en las plantaciones de algodón de principios del siglo XX, era un iluso: ¿a quién se le ocurre grabar música?
En 2025 los artistas componen canciones y las interpretan en conciertos. Entre medias las cuelgan en Internet, y cuanto mayor es su éxito en la red, más conciertos realizan. Las versiones que cuelgan en Internet son cutres, grabadas sin micrófonos en dormitorios oscuros: ¿qué más da la calidad, si ya en 2008 la gente escuchaba música en ordenadores (!) que previamente había sido grabada en modestos estudios caseros de 300 euros? Ya no ha diferencia, claro está, entre el artista profesional y el aspirante que toca tres acordes sentado en su cama. De hecho, en Internet quien triunfa es el gracioso, el Chikilicuatre de turno que utiliza la plataforma para tener una fama de cuatro semanas. O el próximo Koala o la cancioncilla del cuponazo de la ONCE.
Ya no hay listas de ventas, obviamente. Ni de soportes físicos ni de descargas. Pero la música no ha muerto, ni mucho menos. Uno está expuesto a la música de una manera casi más intensa que en décadas anteriores: la publicidad machaca música, los móviles escupen música, los videojuegos utilizan la música... Pero la cuestión es que hay tanta música que es inabarcable, y que hemos pasado de la aldea global, de poder escuchar sin intermediarios, por ejemplo, a un magnífico y desconocido cantautor de Alaska en su MySpace, a no poder escucharlo porque una maraña de politonos, guitarheroes, aficionadillos, youtubazos... de BASURA, nos cierra el paso.
2025
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4/3/09