Pinturas de guerra

. 25/3/09


Resulta enternecedor comprobar cómo han mordido el anzuelo. Los medios, quiero decir. Siempre prestos a tropezar en la zancadilla publicitaria, cuando no a alentarla sin miramientos. "Me siento guerrero con las pinturas", dijo Albert Riera. Ay, quién riera así. "Los jugadores de la selección, con pinturas de guerra", he llegado a oír en televisión. Y una mierda: con el logo de Adidas estampado en plena jeta. Me imagino a los directivos de la firma, en su despacho alemán, brindando con riesling, carcajeándose a mandíbula batiente. Hace tiempo tuve la suerte de leer el libro Hermanos de sangre, una entretenidísima memoria de la rivalidad entre los propietarios de Adidas y Puma, hermanos para más señas. Ayer se peleaban porque un deportista vistiera sus prendas: seducían al atleta etíope para que se calzara unas zapatillas de su marca en unos JJOO regalándole cuatro pares y un chándal. Hoy han conseguido que la marca esté presente en su piel. Impresionante. Gran ovación para ellos, abucheos para los tontos que les han seguido el juego. Era noticia, pero debía constar que era, además, un spot.