Anoche sacrifiqué el concierto de Nouvelle Vague (música para turistas, según Vencido), por uno de esos actos socio-musicales en franca decadencia. Desde luego, ya nada es lo que era. Un famosísimo grupo español con chicarrona al frente invitaba a los medios afines (me declaro inocente) a una cena para celebrar que han vendido muchísimos discos.
La invitación, recibida días antes por correo electrónico, no tenía desperdicio. En una prosa anárquica y descabellada, el promocionero convocaba a "la gente que ha trabajado con ellos y les han apoyado" (curiosa manera de mezclar singular y plural), "sobretodo vosotros" (así, todo junto), prometía que no sería "un canapeteo" (me encanta el término), sino una cena con muy poca gente "sentados" (dato a tener en cuenta). El e-mail terminaba con una frase que disipó mis pocas dudas sobre mi asistencia: "No concebimos esta cena sin vuestra presencia".
Supongo que me estuvo bien empleado. Una vez allí, me di cuenta de que la cena "sentados" era realmente un auténtico "canapeteo" de pie, pero de los exiguos. Taquitos de queso del tamaño de un dado de parchís y elaboradísimos sorbetes de todas clases en minúsculos vasitos, que ingerías con la ayuda de una cuchara de plástico que difícilmente cabía en el vaso (y que te obligaba a tener las dos manos libres). Todo con austeridad, como no podía ser de otra forma en una industria menguante.
Mantuve un par de conversaciones interesantes con colegas del gremio, una de ellas sobre las virtudes del spinning. Con los chicos del grupo ni siquiera hablé (de hecho, nunca he cruzado una palabra con ellos) aunque parecen agradables.
Cuando llegué a casa tuve que prepararme una cena improvisada porque me moría de hambre. Y cené, entonces sí, "sentado".
Supongo que si alguien ajeno a la música lee esto, podrá pensar que quien está en franca decadencia es el periodista. Le invitan a cenar y encima se queja, el tío.
Pues puede que sí.
Historias del gremio (IV)
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5/12/06