Comer y beber en Pamplona

. 30/10/06

Este fin de semana estuve en Pamplona. Una buena ocasión para dar gusto al paladar.
Comí en un sitio que no recomiendo: se llama Casa Otano y está en la calle San Nicolás, 5, en el primer piso. La comida no está mal, pero me pareció pretencioso y, desde luego, el servicio tuvo algunos detalles imperdonables. Aparte de la asumida brusquedad regional iban como estresados, discutían entre ellos y eran de los que no te sirven el plato: te lo arrojan. Por si fuera poco, no retiran los cubiertos después del primer plato, cosa que me parece tan inconcebible en un restaurante de esas características como si te obligaran a usar un mismo plato para toda la comida. Justo al lado hay un bar (no sé si de los mismos dueños) que ya he visitado en un par de ocasiones anteriormente, con unos pinchos antológicos.
La comida no estuvo mal, repito. De primero probé un revuelto de hongos, y de segundo me incliné por un bacalao al ajoarriero. Ambos correctos. El vino: un Castillo de Monjardín crianza, por supuesto de Navarra que era donde estaba, que me pareció extremadamente flojo en nariz y discreto en boca.
Nos alojamos en el NH El Toro, que está en un pueblecito a la afueras, y que más que un NH parece un parador porque no es el típico edificio moderno sino que está situado en un viejo edificio de piedra que debió de ser caserón o algo por el estilo. Hotel cómodo y cálido, pero si pides vino con el room service te traen la botella abierta.
El domingo por la mañana compré unos vinos de la zona: un Javier Asensio crianza 2000; un Señorío de Sarriá Viñedo Sotés; un Señorío de Sarriá Viñedo nº4 merlot; un Castillo de Monjardín rosado merlot; y el popular Ochoa, en su varietal merlot. Todos bastante asequibles. El lector habrá advertido una obstinada querencia al merlot: ciertamente estoy aburrido del tempranillo y entre las uvas foráneas la merlot es mi favorita actualmente (como es difícil encontrar merlot en Riojas y Riberas, hay que aprovechar estos viajes para reponer existencias).
De regreso a Madrid paramos en Tudela, donde comprobamos que la restauración de la catedral han debido de hacerla los albañiles de "Manos a la obra", y donde la comida ni siquiera merece ser comentada.